2 de Septiembre de 2021

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La Plaza del Amor
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jueves, 15 de agosto de 2013

La DENUNCIOLOGÍA, ¿rinde?

Viendo los resultados obtenidos en la interna de la Alianza UNEN (encabezado por la diputada Elisa Carrió) el domingo 11/8/13 en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), que llegó incluso a superar al partido de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (PRO), deberíamos admitir que...SÍ: la diputada que en la última elección presidencial obtuvo apenas el 1,8 % de los votos, esta vez, encaramada con éxito a sus denuncias, resucitó como el ave Fénix y alcanzó un milagroso 35% de los votos en su jurisdicción. Parece que, efectivamente, las denuncias rinden... Sobre todo si van de la mano del periodista estrella del multimedios Clarín, quien despliega su show bizarro de denuncias escandalosas, que luego son recogidas por la diputada denunciadora y entregadas en mano en los juzgados que las reciben, porque no les queda más remedio. El ritmo del avance de las causas es otro tema, pero curiosamente, es mucho más veloz que el imprimido por los jueces a las causas que involucran, con muchas pruebas y mucha historia, al mismo multimedio.
Ya en mi último post (¡Yo denuncio!) había hecho una referencia al tema tomando como base la nota del periodista de Página/12 Luis Bruschtein (http://www.pagina12.com.ar/) titulada "Denuncismo". Pero luego de la nota de Página, hubo una continuación, y el Profesor de Derecho Penal (UBA) Julio Maier se refirió al tema encarándolo como una "patología": "la adicción a las denuncias como una enfermedad social" (Denunciología).

Dice el profesor Maier:
La adicción a las denuncias es una grave enfermedad social, como lo indica un periodista (ver Página/12, 3/8/2013, Pág. 8). Sobre todo lo es cuando los delitos imputados son complejos, de denuncia “por si acaso”, sin prueba alguna de que, al menos, demuestre el hecho punible y gracias al particular sistema penal según el cual los funcionarios estatales competentes tienen el deber –también punible en caso de incumplirlo– de investigarlas, esto es, hacer todo aquello que el denunciante no hizo y no tan sólo por no poder hacerlo. Mucho más lo es cuando quienes persiguen tienen una finalidad política que, una vez superada, ya no les interesa la verdad del caso: ella consistente en promover la opinión pública para dirigirla hacia una mera sospecha sobre alguien.

¿Cuántos funcionarios cayeron como víctimas de esta "adicción a las denuncias" de la Diputada Carrió o del periodista estrella (por ahora) del Grupo Clarín?: desde la presidenta de la Nación sospechada de enriquecimiento ilícito, pasando por el Vicepresidente, ministros varios, empresarios ligados al gobierno, el esposo (y ex presidente) Néstor Kirchner (sin posibilidad alguna de defenderse), con la única finalidad de erosionar al gobierno que se atreve a desafiar a las corporaciones, sembrando sospechas a diestra y siniestra.

Pero entonces, si se trata de una adicción y por lo tanto, una enfermedad, la sociedad que sufre los efectos de quienes la padecen, debería poder encontrar algún "remedio". Porque si bien los blancos están todos relacionados, con mayor o menor cercanía, al gobierno, los efectos los sufre la sociedad entera. Y Maier nos cuenta lo que se hacía en las antiguas Grecia y Roma para prevenirse de los efectos de estas destructivas adicciones:
  • Se obligaba a los denunciantes a tomar el papel de acusador en el procedimiento, es decir, a llevar a juicio al imputado y probar en él los cargos denunciados, invistiéndolo de los poderes necesarios para practicar ese papel.
  • El acusador que no lograba la condena de su perseguido era sometido a las mismas penas que a este último le hubieran correspondido de ser condenado.
Es decir que, perder el juicio no era "gratis" para el denunciador. Por lo tanto, más de uno lo pensaría dos veces antes de denunciar a alguien sin las pruebas suficientes o si tuviera que encargarse de buscarlas. Pero el mismo profesor que propone el remedio, reconoce que no sería sencillo cambiar el sistema actual en nuestro país por aquél de la Antigua Roma (ver nota "Denunciología"), ya que cuando lo intentó en un proyecto de ley de Hábeas Corpus que había elaborado para un senador, un "capítulo extenso sobre costas del procedimiento, que recaían sobre el denunciante, en caso de que la denuncia de privación ilegítima de la libertad fuera maliciosa" fue directamente tachado por el senador!!! Sería cuestión de que algún legislador audaz en un parlamento audaz y que pertenezca a algún audaz Proyecto político, se atreva a ir contra la costumbre imperante e intente aplicar alguna "vacuna" contra el denuncismo. Soñar no cuesta nada...

Dos capítulos aparte habría que dedicarles a las "ayudas" que un "adicto a las denuncias" tiene para lograr sus objetivos:
1) un multimedios que amplifique y difunda las denuncias, o mejor aún, le dedique programas de TV enteros.
2) un electorado capaz de creer que el/la adicta a las denuncias es una "abanderada de la ética" y de la lucha contra la corrupción y LA ÚNICA capaz de salvaguardar la pureza de las instituciones republicanas y de "salvar al país", gracias a su coraje.

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