2 de Septiembre de 2021

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La Plaza del Amor
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lunes, 17 de abril de 2017

La madre que los parió...

Bomba lanzada por Trump (EEUU) sobre Afganistán.

La madre que da vida, es elegida para dar nombre a un infernal artefacto de muerte... Perverso, no?

Repugna escuchar con qué elocuencia periodistas, locutores, comentaristas, gente de a pie se refieren a la última gran "hazaña" de la super potencia estadounidense por haber lanzado la monstruosa bomba, hasta se percibe un disimulado elogio a la magnificencia, a la majestuosidad del engendro camuflado semánticamente de "Reina Madre"... Páginas y páginas llenas de fotos, gráficos y minuciosas descripciones de su potencia, de la historia, de comparaciones, en un despilfarro de "saberes técnico-bélicos" que omiten tras la banalidad el objetivo de dominio y destrucción de una potencia mundial y sacan, en general, de contexto el significado del impacto geopolítico, los objetivos ocultos de estos raids destructivos y, sobre todo, el resultado en la eliminación de vidas humanas con la excusa de, cuándo no, combatir al terrorismo. Sin embargo, ¿cuál fue la excusa para la bomba en Hiroshima y Nagasaki? ¿Terminar con la guerra matando más de 200.000 personas y con efectos secundarios por más de 70 años? ¿Alguien se atrevió o se atreve, incluso hoy, a llamar terrorista a los Estados Unidos por esos crímenes? ¿Podría denominarse "terrorismo de Estado" al accionar bélico de Estados Unidos que tantas matanzas de inocentes produjo en Irak y Afganistán, o  a Israel por los muertos en Palestina?

En su libro "Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra", Pascual Serrano cita:

"El lenguaje sigue siendo uno de los principales instrumentos de la violencia simbólica" dice Vicente Romano. "Las palabras y los conceptos se utilizan conscientemente para violentar la capacidad cognitiva de las grandes masas de la población, para confundir las mentes y, en última instancia, para imponer significados que se contradicen con la realidad". (1) 

(A través de los medios)..."se siembra el odio y se preparan las condiciones de apoyo popular para iniciar una guerra a una nación o una agresión a un grupo social, cultural o étnico" (2).

Con recursos de la retórica, como el eufemismo o la metáfora y muchos otros, incluidos la falsedad lisa y llana, el lenguaje que los medios manejan hasta la náusea son utilizados para convencer, persuadir y ganar voluntades según convenga, tanto para apoyar una guerra en otro país como para restringir libertades en el propio o aceptar la destrucción, eliminación, desaparición, tortura y/o detención de personas de algún grupo étnico, religioso o político. Construir enemigos por medio del lenguaje o suprimir/tergiversar significados para legitimar la violencia contra esos enemigos, es parte de la vida cotidiana en los medios, tanto gráficos como audiovisuales. Los medios de comunicación de masas son las más poderosas armas que los señores imperiales de la guerra tienen para legitimar sus acciones y lograr consensos.

"Para promover y convencer de la guerra y la violencia los medios deben actuar en varios frentes simultáneos: la legitimación, frivolización y trivialización de la violencia y de la guerra; la parálisis provocada por el terror que esos mismos medios logran inculcar; la desinformación premeditada y continuada de las claves que permiten comprender la política internacional (...) y el poder para silenciar a las voces y organizaciones que puedan dejar en evidencia su plan de dominio colectivo". 

En el medio de una supuesta libertad absoluta de expresión, crece cada vez más una represión a la libertad de pensamiento y acción. "Dominar las mentes e inmovilizar los cuerpos", "lavado de cerebro con libertad", como lo llama Noam Chomsky.

La perversión del lenguaje se orienta, por lo menos, en dos direcciones: suavizar el sentido agresivo de las intervenciones militares o bélicas para legitimarlas y hacerlas digeribles, o incorporar sentido bélico a actitudes, acciones o personas que nada tienen que ver con la guerra, para estigmatizarlos, demonizarlos, convertirlos en víctimas propiciatorias y que se justifique la agresión, la persecución, la detención arbitraria, etc, hacia esos objetivos. Para convertirlos en blanco de todos los ataques y al mismo tiempo desviar la atención de otros blancos. Eufemismos como "daño colateral" (sobre las matanzas de inocentes) o "intervención humanitaria" (para justificar una intervención militar en algún país) son algunos de los eufemismos más utilizados en el primer sentido. Llamar "terrorista" a cualquier persona, sin matices ni explicaciones adicionales, lo convierte en forma automática en un enemigo que merece la eliminación, literal y simbólica.

¿Y por casa...?

Por casa, el lenguaje belicista impuesto por los medios al conflicto docente y el tratamiento agresivo del gobierno sobre el conflicto y los dirigentes, por ejemplo, van en la misma dirección (*). La perversión del lenguaje sirve tanto a los fines de disfrazar políticas antipopulares como a inventar chivos expiatorios sobre los que descargar las culpas de los resultados de dichas políticas. Cuando se habla de transparencia, modernización, racionalización, verdad, en realidad se está disfrazando aquello que no quiere ser mostrado por horrible (la modernización y racionalización suponen miles de despidos en el Estado, por ejemplo), o se  lo quiere comparar por la positiva con alguna política o acción del gobierno anterior, para justificar el "cambio" (precios transparentes vs precios cuidados), o se pretende ser "racional y honesto" siendo duro y brutal, porque el populismo del gobierno anterior mentía, disfrazaba los problemas, era corrupto con los dineros del Estado, cuando lo que se busca es un cambio de régimen tan drástico que, solamente una gran crisis hubiera hecho posible su aceptación. Como la crisis no existió, fue necesario encontrar (y crear) un chivo expiatorio, un destinatario al que echarle la culpa de todo. La grasa militante, los vagos, los choriplaneros, una ex presidenta corrupta y ladrona, son nuevos nombres para el enemigo que se creó y que justificarán los despidos, la represión y la desligitimación: no sólo han sido suprimidos literalmente de la escena laboral. Su palabra ha sido silenciada o su voz desligitimada: no merecen hablar hasta "hacerse cargo", hacer autocrítica, autoflagelarse por todo lo malo que hicieron. Por la "pesada herencia" que dejaron.
Los calificativos de chorra, corrupta y hasta asesina, sinónimo de ser K (kirchnerista) justifica para grandes audiencias cautivas de los medios hegemónicos la persecución política y el espionaje y difusión de las escuchas más triviales de y hacia una ex presidenta de la Nación, y la detención ilegal de una dirigente social como Milagro Sala, por ejemplo. Ellas son solo las más emblemáticas, pero no las únicas.

REPRESIÓN: la palabra prohibida.

Ahora, cuando ya no quedan dudas que las mentiras de campaña mutaron en funestas realidades, cuando los ajustados se rebelan contra los ajustadores y utilizan su derecho a protestar, reclamar y manifestarse en las calles, el gobierno de Macri termina de sacarse la careta y mostrar su verdadero rostro: la impotencia para dar una respuesta diferente a los reclamos que no sea más ajuste, desemboca en la única respuesta de que es capaz un gobierno que venía a "dialogar", volcado a la derecha más autoritaria: la REPRESIÓN.
Sin embargo, la perversión del lenguaje que se enseñorea en los medios abusa de los eufemismos: desalojar, despejar, dispersar piquetes o manifestaciones callejeras, privilegiando el orden y el derecho a la libre circulación por sobre el reclamo de quienes perdieron derechos más importantes, como el trabajo o la vida. La exhibición intimidatoria de proyectos fantasmales que convertirían los derechos en delitos, de compras de "modernos" equipos para fuerzas policiales y "sofisticados" vehículos, todo destinado a "poner orden", esconden la realidad: el modelo económico que el gobierno de Macri quiere imponer a como dé lugar no tiene Plan B, y como el objetivo no se concretará sin dejar afuera del sistema a millones, y los millones no se dejarán expulsar tan fácilmente, el único camino que le queda es la REPRESIÓN.
Curiosamente, es la palabra prohibida, omitida, elidida. Está ausente en todas las referencias a actos represivos del gobierno, ya sea en los piquetes de la izquierda el día del Paro General como contra los docentes que querían armar una Escuela Itinerante en Plaza Congreso que no entorpecía el tránsito ni cortaba calle alguna. Y si no pueden evitar mencionarla porque la realidad se impone, hacen lo imposible por negarla o justificarla. Pero la palabra prohibida se exhibe obscenamente en las imágenes y en los hechos.
Represión a docentes que querían instalar la Escuela Itinerante. Plaza Congreso. CABA.
Vehículo antipiquete de origen sudafricano. Página 12.


Armamento yanqui en la policía.
















Infografía: Tiempo Argentino.
Además de la perversión del lenguaje que se regodea en lo moderno y sofisticado cuando está destinado a acallar las protestas generando miedo o violencia, queda en evidencia que, el dinero que se despilfarra en la compra de toda la parafernalia represiva es negado a los que reclaman: una decisión política deliberada y que responde al modelo de gobierno PRO.

Entre eufemismos y mentiras, elisiones y enmascaramientos, cada vez le resulta más difícil al gobierno de Macri ocultar el verdadero rumbo que quiere imponer: un modelo que no solo es drásticamente de derecha en lo económico sino un cambio autoritario en lo político, cultural y social. No debe haber voces disonantes que protesten o reclamen aun cuando se vean cercenados sus derechos.

 "Quitarle el derecho a protestar a quien le quitaron sus derechos, es Dictadura". 
Padre Paco Olveira, párroco en la Isla Maciel.

Va a ser muy difícil que los ajustados no se manifiesten, por lo tanto... se avecinan tiempos complicados.
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1 y 2. Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra. Pascual Serrano.
3. Armas "menos letales" y otros eufemismos que preocupan. Tiempo Argentino. 16/04/21017
4. La Ciudad gastará 127 millones en equipamiento policial para REPRIMIR manifestaciones.
Baradel advierte que plantean las paritarias en término de una guerra.

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