Antídotos.

Ana Caumo: ingeniera en sistemas, pampeana.

"Es un honor trabajar en INVAP, es un placer trabajar con ARSAT y la verdad es muy cómodo trabajar en INVAP.

Las palabras de la Presidenta, la verdad es que yo la admiro mucho. Se tiene que tener mucho coraje para sostener además de plantear este modelo político, espero que aprendamos y que sigamos porque nosotros en INVAP queremos seguir haciendo satélites geoestacionales. Ya sabemos cómo entrar a un mercado, cómo hacerlo eficaz al satélite, queremos seguir trabajando en ésto".

Pasada la borrachera de las emociones y de las lágrimas, al otro día nomás, empezó la andanada de mentiras, ninguneos, sarcasmos y burlas respecto del significado del Arsat1. Desde las expresiones de un operador periodístico levantando una mentirosa nota de un diario español (asociado al diario Clarín, furioso enemigo del gobierno de Cristina Fernández), diciendo que el Arsat era un satélite argentino "fabricado en Europa"), hasta la respuesta del seudoperiodista que decía sentir "vergüenza de ser argentino" a causa de esa misma nota (?); los comentarios desinformados adrede de los que mencionaban lanzamientos de otros satélites (sin decir, por supuesto, que esos otros satélites eran comprados o alquilados a otros países), políticos que antes criticaban el "derroche del gobierno en empresas satelitales que no funcionaban" o que el satélite era como una "heladera" enviada al espacio, y que ahora, como no pudieron esquivar la fulgurante verdad, al ratito nomás ya estaban prometiendo que Arsat (semejante negocio) no podía ser sólo del  Estado y que, por lo tanto, iba a tener que ser una empresa mixta, no sea cosa que el Estado haga mejores negocios que los privados.

Difícil tarea la de esquivar la andanada negativa que pretende negar los hechos, y cuando no pueden negarlos asumen diferentes actitudes: en el mejor de los casos, dicen sorprenderse porque no pueden creer que tanta cosa buena sea un logro de nuestro país. Claro, cuando viven negando cada cosa buena que pasa, es muy difícil que algo tan espectacular resulte aceptable, cuando contradice el mensaje catastrófico que siembran cada día. Y en el peor, se agarran de cualquier información negativa o que contradiga la información oficial para difundirla y usarla de ariete para la burla y el sarcasmo. Y allí van detrás los cerebro de corcho que se alimentan de esa basura repitiendo con una media sonrisa las estupideces que les ponen delante de las narices.

Pero hay antídotos para tanta epidemia de odio que se propaga por los medios, y son las palabras, las convicciones, las caras de felicidad por los logros de estos protagonistas, científicos y científicas que se sienten orgullosos, que muestran apasionados sus banderas, sus cintas celestes y blancas, que manifiestan su seguridad por sus conocimientos aplicados, y por lo que la concreción de los mismos pueden significar para su propio país. Y no es sólo por una satisfacción personal: hay detrás una conciencia de equipo trabajando detrás de un proyecto de país, el reconocimiento del esfuerzo de un Estado que se hizo cargo y aceptó el desafío, que tuvo sueños que los empujó a ellos para poder concretarlos y la felicidad de estar trabajando en un lugar en el que se sienten cómodos (la empresa, su país, un proyecto concreto) y en el que esperan seguir estando, si es que todos, TODOS, somos capaces de valorarlo, para continuar sumando inteligencia, esfuerzo, trabajo, progreso para el país, y soberanía.

Ojalá esas sonrisas y esas palabras sean el mejor antídoto para combatir las mezquindades y la negatividad de aquellos que, en su miseria, pretenden que no veamos nada de todo lo hecho y lo alcanzado, para que podamos ser presas fáciles de sus interesados designios, que sólo a ellos van a favorecer.

Es una tarea difícil, pero para ayudarnos miremos la sonrisa de Ana, y que no se nos borre de la memoria cuando alguno de esos mensajes venga a nublarnos la alegría.