2 de Septiembre de 2021

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La Plaza del Amor
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miércoles, 12 de octubre de 2011

La mirada obscena.

Adán y Eva. Masolino.
Adán y Eva expulsados del Paraíso. Masaccio.
En la iglesia de Santa María del Carmen, en Florencia, se encuentra una capilla en la que los maestros renacentistas Masolino y Masaccio realizaron una serie de frescos magistrales: se trata de la capilla de la familia Brancacci. Entre el conjunto de imágenes pintadas se destacan estas que tienen como tema a Adán y Eva, uno de los pocos que permitía a los artistas del naciente Renacimiento (siglo XV) ejercitar sus conocimientos y plasmar sus inquietudes respecto de la representación del cuerpo humano. Dado que la mayor proporción de comitentes eran religiosos (iglesias, refectorios, claustros), los temas eran principalmente tomados de la Biblia o de los Evangelios (Antiguo y Nuevo Testamento). Y en estos ámbitos, los personajes que se prestaban a ser representados desnudos no eran muchos: Adán y Eva, San Sebastián, David, y muy pocos más que los artistas se atrevieran a representar de esa manera. La otra fuente iconográfica era la mitología y en ese caso, la figura de Venus (o Afrodita) era la indicada para la representación del desnudo femenino, así como Hércules o Marte entre otros, daban buenas excusas para mostrar el cuerpo masculino. En esta ocasión, y como pasó también en otras, no faltó el comedido que, en épocas posteriores, agregara sobre las partes pudendas de los personajes, unas hojitas candorosas que pretendían, sin lograrlo del todo, cubrir aquello que pudiera ser ofensivo para ciertas miradas sensibles. Luego de la restauración (en 1984) las hojitas desaparecieron, y las figuras pueden verse ahora tal como las muestran las imágenes.
Las diferencias entre ambas obras son más que formales. De hecho Masaccio es el gran maestro del siglo XV, el que va a anticipar los logros realistas del Renacimiento maduro, más que Masolino (volumen, claroscuro, ubicación espacial). Pero en este caso, sólo me voy a detener en las diferencias temáticas: la imagen de Masolino muestra a los personajes en el momento de la tentación: la serpiente seductora ha entregado a Eva la manzana. Pero todavía nada ocurrió. El Paraíso sigue allí y ellos están serenamente felices en su bella desnudez. En la escena de Masaccio, en cambio, Adán y Eva ya han comido la manzana del bien y del mal, Dios los ha castigado y echado del Paraíso. Ellos ahora son conscientes de su desnudez, y ésto los avergüenza: Eva sobre todo, trata de tapar sus pechos y su pubis desnudos, al tiempo que los gestos de ambos expresan con patetismo su dolor y su arrepentimiento.
Nacimiento de Venus: Sandro Botticelli (1482-84).
 Otro pintor del Renacimiento temprano, Sandro Botticelli, pinta su Venus mitológica tomando un modelo similar, que en realidad tampoco había sido un invento de Masaccio, ya que las Afroditas griegas del siglo IV a.C. (Praxíteles), mostraban un gesto idéntico: una mano tapa los senos y la otra el pubis, con una postura también muy repetida en las figuras de los efebos y las Afroditas, hasta en siglos posteriores: el contraposto, es decir, posiciones contrapuestas en los ejes de hombros y caderas que dan a la figura una actitud relajada.
Venus capitolina o Venus púdica. Arte helenístico (Museos capitolinos. Roma).
 Frente los desnudos clásicos, tanto de las antiguas Grecia y Roma como del Renacimiento, podemos experimentar la sensación de distanciamiento que, en general, nos producen las obras de arte. Da igual si se trata de una Venus de Milo como del David de Miguel Ángel. Pero éso podemos decirlo hoy luego de que, tal como se quejara Walter Benjamin, la obra de arte hubiera perdido su sacralidad gracias a la reproducción técnica, que por lo general, es la manera privilegiada en que estas obras son conocidas y reconocidas. Sin embargo ese distanciamiento no se dio siempre.
Cristo juez y la Virgen María. Juicio Final. 
Miguel Ángel.



Conté al principio de la nota lo ocurrido a los desnudos de Masolino y Masaccio con las hojitas, pero también Miguel Ángel sufrió el ataque de la mirada censora en sus pinturas de la Capilla Sixtina. Cuando mostró a su mecenas, Julio II, las imágenes del Juicio Final, un comedido Biagio da Cesena criticó la pintura por la cantidad de desnudos que mostraba, tan inapropiados según él, para una iglesia. Miguel Ángel se tomó venganza y retrató al personaje como el rey Minos...en los infiernos. Así y todo, los desnudos fueron cubiertos, y la  tarea fue encomendada a un mediocre Daniele da Volterra, conocido desde entonces como "il braghettone".

La tradición judeo-cristiana, tan presente en nuestra cultura, hace que muchas veces resulte difícil aceptar sencillamente el desnudo, aun cuando puedan establecerse ciertas categorías diferenciadoras entre un desnudo clásico (intemporal, distanciado del espectador, de carácter universal) y un desnudo sensual o erótico. Luego la fotografía y más adelante el cine, multiplicaron las posibilidades de expresión, de visualización y hasta de manipulación de las imágenes. Pero mientras las obras de arte más reconocidas y realizadas por los grandes maestros eran encomendadas por los sectores ligados al poder (terrenal o espiritual), en otros ámbitos sociales no se privaban de expresiones artísticas. Así puede verse, por ejemplo, cómo en la antigua ciudad de Pompeya los comercios de todo tipo decoraban sus locales con alegres naturalezas muertas, o con atrevidas escenas eróticas y hasta pornográficas. Las obras artísticas, de todo nivel y categoría siempre estuvieron al servicio de algo, siempre cumplieron una función. También las pinturas eróticas y/u obscenas eran útiles no sólo a la expresión de un artista o una sociedad, sino para el consumo de un público que las apreciaba.
Escena erótica en un lupanar de Pompeya.
 Así como en las tabernas era frecuente encontrarse con naturalezas muertas pintadas en las paredes, en los lupanares y prostíbulos pompeyanos abundaban las imágenes eróticas y pornográficas, donde no sólo se buscaba, esencialmente, excitar a los clientes sino que poseían un carácter descriptivo e incluso didáctico. En ocasiones, es la misma mitología la encargada de brindar temas y personajes para la iconografía erótica: las escenas de iniciación, los mitos fálicos, los cultos de la fertilidad, abundan en este tipo de escenas que hoy denominamos eróticas, y hasta pornográficas. De manera que lo erótico y lo pornográfico no siempre corrían por carriles diferenciados en relación con las artes oficiales. Un claro ejemplo de cómo lo erótico puede ser ilustrado mediante una imagen religiosa, es el rostro extático de Santa Teresa esculpido por Bernini, o el menos conocido de la Beata Ludovica Albertoni, tal vez la más poderosa expresión de la sensualidad en un rostro femenino en el momento del clímax amoroso:
Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni. (mármol). Gian Lorenzo Bernini (iglesia de San Francesco a Ripa. Roma).
Posteriormente la fotografía pero sobre todo el cine, permitieron gracias al desarrollo técnico, que la iconografía erótica fuera cada vez más próxima, más accesible, más cotidiana. Pero fue la televisión quien más aprovechó esta posibilidad de multiplicación, la que se metió en la casa de cada uno mediante las imágenes para que el espectador, transformado ahora en público no tuviera necesidad de ir a buscarlas.

La televisión, esa pequeña pero poderosa ventana indiscreta (como la llama Roman Gubern (*), recordando a Hitchcock) es la que nos muestra, diariamente, el desfile de los íconos eróticos que seducen hoy al espectador. Curiosamente, también esas imágenes que parecen tan reales, están despojadas de lo que las haría realmente cercanas: no se las puede tocar, no se las puede oler. Sólo pueden ser miradas. Por eso mismo lo visual debe ser exacerbado, porque de lo contrario no sería estímulo suficiente para lo que la televisión, como medio de masas, requiere. Porque la televisión está en la casa, pero debe competir con todos los distractivos que una sala de cine no tiene. Y entonces debe apelar a la emoción, a la excitación visual y a conmover a como dé lugar.
Escena de strip-dance en Bailando 2011. (Captura de pantalla).
Los programas de Marcelo Tinelli (Show match, Bailando por un sueño, el strip-dance, el baile del caño) siempre producen algún escándalo: peleas entre los jurados, insultos, salidas intempestivas, llantos de bailarinas, y por supuesto no faltan las corridas de límites entre lo permitido y lo prohibido. Son el más fiel ejemplo de una ventana abierta al espectador para atraerlo apelando a las emociones a través de lo visual. Una muestra clara de la función de "entretener" de la televisión, que discurre en casi todo tipo de programas, en donde se apela a la emoción (de los espectadores a través de la que se muestra en la pantalla) como el recurso más utilizado. Y como la televisión es autorreferencial, los escándalos que surgen en algún programa son luego replicados por otros canales en otros programas, y así hasta el infinito o hasta el próximo escándalo mediático.
Esta vez fue el desnudo total de una bailarina, en un show denominado "strip-dance" del que no cabía esperar otra cosa que los bailarines se despojaran de sus ropas mientras bailaban. Desde el baile de los 7 velos de la Salomé de Herodes (la que pidió a cambio la cabeza de San Juan Bautista) hasta acá, SIEMPRE el striptease consistió en bailar de manera sensual para aumentar la excitación del espectador sacándose las prendas una a una para aumentar el deseo sexual. Por lo tanto nadie debería asombrarse ni escandalizarse que ocurriera lo esperado. Entonces...¿qué hace que lo esperado se transforme en escandoloso y se replique multiplicándolo mientras se convierte en "noticia"?
Tal como ocurría en las imágenes sensuales de las antiguas Grecia o Roma, o del Renacimiento o del Barroco, en donde un desnudo total era menos  sensualmente atractivo que el de la figura que insinúa mostrándose a medias, o pretendiendo ocultar lo que "no debe" mostrarse, en los programas de escándalos armados de Tinelli la figura que "señala" qué es lo prohibido, es el mismo conductor.  Entre el exhibicionismo de la bailarina y el voyeurismo del espectador, la figura del conductor es la que "indica" con su posición en pantalla qué es y cómo debe ser mirado aquello que se está mostrando. Ésa es la mirada obscena, la que resignifica lo mostrado transformándolo en prohibido, en tabú.
La cámara que, en lugar de enfocar a los bailarines lo muestra al conductor mirando a los bailarines, o imitando a una espantada "doña Rosa", es la que construye el significado del tabú. Es la presencia metafórica del censor, la falsificación de la persona que se escandaliza por lo que ve, fingiendo haber sido sorprendida por la transgresión de los límites supuestamente traspasados.
Luego del episodio vino la sanción y por supuesto, la réplica de la sanción recibida:
El director de Fiscalización y Evaluación de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afcsa, ex Comfer), Claudio De Cousandier, informó que el desnudo supuso una violación de la nueva ley de radiodifusión y que por eso se aplicará la multa.
"Puedo decir que se ha violado la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y, por ende, la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes, basada en un tratado internacional que tiene rango constitucional”, explicó De Cousandier, que añadió que si bien el contenido se emitió después de las 22, fuera del horario de protección al menor, "para cuidar el interés superior de los niños no se puede establecer ningún horario". (Ver nota completa acá).

Tinelli (o su productora, o el canal) pagará la multa, y todos contentos,...hasta la próxima vez. Mientras tanto, el objetivo de atraer miradas de ansiosos espectadores a como dé lugar, habrá sido alcanzado, y el escándalo devenido en publicidad colateral habrá dado sus frutos. Cabría preguntarse qué pasaría si sólo se mostrara el show de los bailarines, sin los aderezos bochornosos y sin la presencia permanente de la "figura censora" del conductor.
Démonos la esperanza de que, gracias a los estímulos estatales que la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual permite, la oferta de entrenimientos de calidad aumente, como para brindar otras posibilidades a un público al que muchas veces se acusa de ser "quien pide" éste tipo de espectáculos, aunque las siderales cifras del rating parecieran confirmarlo.
______________________________
(*) El eros electrónico. Roman Gubern.

4 comentarios:

Daniel Gelabert dijo...

Hacer un comentario moderado?Someterme a autocensura para no ser rebotado?Y como diferenciar entonces entre lo sensual,lo obsceno y lo porno?Ya sé:la leo a Greta y lísto!!Al fin y al cabo lo obsceno está en Tinelli sin jerarquía artística...y lo pornográfico en los voyeurs televidentes que integran su fantasía mórbida a lo chabacano.Mejor no digo nada.Gracias Greta,POR DELEITARME CON EXQUISITA MAESTRÍA !!

Greta dijo...

Me hiciste reír Daniel...
Gracias por tu elogioso comentario, y por leerme.
Un abrazo.

Greta

roberto dijo...

El que quiera ver que vea y el que quiere oir que oiga, me molestan más los que detrás de una mascara obsena se escandalizan para ser noticia.
Muy buena la comparación de los murales, que muchos por estar dentro de una iglesia son obras maestras, si fueran afiches de publicidad se escandalizaría hasta don Benedicto.

Un abrazo

Greta dijo...

Es cierto, Roberto. Para muchos la obra sólo ES según el contexto. Como decían los dadaístas, no?
Gracias por tu comentario Roberto.

Abrazo.
Greta

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