2 de Septiembre de 2021

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La Plaza del Amor
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miércoles, 9 de marzo de 2011

Desobediencia...!

Se cuenta en el Antiguo Testamento que Adán y Eva perdieron el Paraíso Terrenal no sólo por haber pecado, sino sobre todo, por haber desobedecido. Se atrevieron a desafiar a Dios comiendo de la manzana del árbol de la sabiduría, quisieron ser como dioses y Dios los castigó condenándolos al sufrimiento y la pérdida de la felicidad.
Adán y Eva: el pecado original y la expulsión del Paraíso. Capilla Sixtina. Miguel Ángel.
Desde entonces, el mandato de la obediencia parece no haber perdido nada de su primigenia vigencia, a pesar del mensaje misericordioso del Nuevo Testamento. En Argentina y en pleno siglo XXI, la jerarquía de la  Iglesia cordobesa expulsa de su seno a un cura desobediente, mientras prohija y hace la vista gorda con curas pedófilos, con cómplices de la Dictadura, con torturadores y socios de ladrones de bebés, secuestradores, asesinos y desaparecedores de personas. 

Dice Vicente Muleiro en "1976: el golpe civil":
"Esta marcha del brazo por la historia entre Fuerzas Armadas e Iglesia católica reprodujo, tanto en la era colonial como desde principios del siglo XIX, ya en la etapa de la vida independiente, aquella matriz de la cruz y la espada que atravesó la conquista con su secuela de exacción, sujeción y exterminio. En la Argentina, la mutua aceptación de presentarse como "pilares de la nacionalidad", tuvo otro punto de cocción con el "proceso" que rescató su sesgo más integrista, esto es, un modelo de la organización sociopolítica estrictamente ligado a las concepciones más tradicionales y oscuras del cristianismo."

Y unos párrafos más adelante, escribe:
"La línea dominante de la Iglesia Católica en la Argentina hizo, ante el genocidio dictatorial, mucho más que aquello que su doctrina castiga como "pecado de omisión", es decir, conocer las penurias humanas y no intervenir. Tuvo un plan proactivo en el plan asesino de la dictadura y la proveyó de la razón teológica que una vez más fue a parar a la circulación de la materialidad, es decir, a la santificación de un modelo económico neoliberal que amplió escandalosamente la brecha social".

Desde la Santa Sede y hacia las jerarquías locales, el silencio cómplice o el aval liso y llano, cuando no la participación directa, la lista de los jerarcas de la ignominia causa vergüenza a los que se sienten herederos de la religión que dice predicar el amor, la caridad y el perdón. La lista completa de los representantes de la Iglesia local con diferentes cargos y grados de responsabilidades en relación con los crímenes de la dictadura fue difundida en el documento "La iglesia cómplice y la iglesia del pueblo", en diciembre de 1996, y avalada por, entre muchos otros organismos, Abuelas de Plaza de Mayo, Asamblea Permanente por los DDHH, Asociación de ex detenidos desaparecidos, el CELS, Asoc. Madres de Plaza de Mayo, etc. Algunos ejemplos notorios de esa larga lista:
  • El nuncio apostólico, Pío Laghi (bajo el papado de Paulo VI y de Juan Pablo II) fue uno de los apoyos más eficientes del régimen militar (Horst Hermann, ensayista alemán). Según Rubén Capitanio, ex párroco de San Lorenzo en una entrevista a la revista "El periodista" en 1985, cuenta que el nuncio Pío Laghi jugaba al tennis con el almirante Massera. Buena convivencia, que le dicen.
  • Según Nora Cortiñas (Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora) en entrevista con el Papa entregaron la lista de aquellos obispos que ellas sabían habían entrado a los campos de torturas y desaparición forzada, pero nada ocurrió. Todos ellos siguieron en sus puestos.
  • "Por algo será" (que desaparecieron), fue la vergonzoza frase dicha en público por Antonio Quarracino, obispo de Avellaneda y presidente del CELAM, de gran presencia mediática en la era menemista.
  • Denunciado por la CONADEP y durante el juicio a las Juntas, Monseñor Antonio Plaza, obispo de la Plata, fue uno de los más activos colaboradores de la dictadura; entregó a decenas de personas que continúan desaparecidas, entre ellas su propio sobrino.
  • Blas Victorio Conrero, obispo de Tucumán, se reunía en público con los generales Acdel Edgardo Vilas y Antonio Domingo Bussi, a cargo del Operativo Independencia. Fue visto por testigos, que declararon en el juicio, en el campo de concentración que funcionaba en la Jefatura de Policía.
  • Monseñor Adolfo Servando Tortolo, obispo de Paraná, fue uno de los más siniestros cómplices del proceso, según Emilio Mignone, fundador del CELS. 
  • Christian von Wernich, confesor y defensor de Ramón Camps, operaba en la comisaría 5ª de La Plata, en la Brigada de Investigaciones, en los centros clandestinos Puesto Vasco, COTI Martínez y Puesto Vasco, ratificado por tres sobrevivientes.
  • El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Juan Carlos Aramburu, se encargó de negar ante el Vaticano la existencia de desaparecidos.
  • El cardenal Primatesta, muy relacionado con el jefe del 3° cuerpo Luciano Benjamín Menéndez, fue acusado con su propia documentación de haber entregado a las FFAA listas de alumnos católicos que luego fueron secuestrados y desaparecidos.
  • El actual cardenal primado de la Argentina, monseñor Jorge Bergoglio, fue acusado por los presbíteros jesuitas Yorio y Jalics (detenidos desaparecidos durante cinco meses por la Armada) de haberlos entregado, a ellos y a cuatro catequistas y dos de sus esposos que permanecen desaparecidos. Y la lista continúa.
Pero paralelamente a esta lista de la vergüenza, hay otra en la que  obispos, curas y monjas, jugaron un papel encomiable y arriesgaron sus vidas, y muchos de ellos las perdieron, o desaparecieron para siempre:
  • Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja,
  • Monseñor Miguel Hesayne, de Viedma
  • Monseñor Jorge Novak, de Quilmes
  • Monseñor Jaime de Nevares, de Neuquén. Todos ellos denunciaron los crímenes del proceso, y algunos lo pagaron con su vida, como Enrique Angelelli, o como el obispo Carlos Ponce de León, ambos asesinados.
  • Pero también hubo 19 sacerdotes asesinados y/o desaparecidos, 10 presos, 34 en centros clandestinos, luego liberados, 11 seminaristas también desaparecidos y/o asesinados y 7 religiosos y religiosas desaparecidos, entre ellos las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet ("1976: el golpe civil". Vicente Muleiro).
Dice el autor:

"Pero el Episcopado argentino estaba dominado plenamente por la Iglesia cómplice, y su colaboración con la dictadura tenía basamentos: el sustento ideológico en la lucha contra el "comunismo" o el "enemigo subversivo" y la justificación moral y judicial de los crímenes basándose en la idea de "guerra justa" de las Cruzadas medievales".

Esta misma cúpula cómplice de la dictadura es la misma que no expulsó de sus filas a ninguno de sus miembros acusados de complicidad y connivencia con crímenes atroces contra seres humanos, y que protege a obispos acusados de pedofilia (como el arzobispo Edgardo Storni, de Santa Fe) o a curas como Julio César Grassi, que continúa estando libre y dando Misa, a pesar de estar condenado por violación y abuso de menores a su cargo. Es la misma cúpula que tampoco se expidió cuando un deslenguado cura mendocino (Jorge Gómez, de Malargüe) afirmó y ratificó que "una violación de la fe era mil veces peor que la violación de una hija", con lo cual justificó la censura a un grupo musical interrumpiéndolo mientras actuaba.
Sin embargo esta  cúpula es la que consideró que la DESOBEDIENCIA era una falta mucho más grave que todo lo expuesto hasta aquí (además de todo lo que se conoce) y echó a un cura cordobés porque se atrevió a desafiar la cruzada que la Iglesia había emprendido contra la otorgación de derechos a los homosexuales que deseaban formalizar su unión.
"El cura Nicolás Alessio fue uno de los que apoyó en octubre pasado la ley de matrimonio gay. El sacerdote cordobés, de 53 años, recorrió los medios dando su opinión sobre el tema, a favor del amor y en contra de lo que su propia iglesia pregonaba. Es por ello que, en un juicio eclesiástico sin precedentes en la provincia, sobre todo por la rapidez de la sentencia, fue separado del clero."
El Tribunal Interdiocesano de Córdoba le impidió ejercer el sacerdocio y lo conminó a abandonar la casa parroquial en la que vivió los últimos 27 años.
 "El presbítero José Nicolás Alessio ha cometido rechazo pertinaz de la doctrina escrita (...). Ha divulgado por escrito y de palabra en los medios de comunicación en contra del magisterio eclesiástico. (...) Se le prohíbe ejercer en público la potestad sagrada, es decir: celebrar la Santísima Eucaristía, oír confesiones, celebrar los demás sacramentos (...) y residir en la casa parroquial San Cayetano del barrio Altamira", reza la resolución, según publicó el diario Clarín.
(ver nota completa de Infobae.com acá). 

La cúpula de la Iglesia argentina representada por monseñor Bergoglio emprendió aquella vez una "guerra santa",  contra la posibilidad de otorgar derechos a un sector de la sociedad que los reclamaba, hablando de la "pretensión destructiva al plan de Dios" que la ley supuestamente encarnaba, y pretendiendo erigirse como la máxima autoridad sobre la intimidad de todos, católicos y no católicos. El cura Alessio se atrevió a apoyar la ley de Matrimonio Igualitario que luego aprobó el Congreso, desafiando la autoridad de esta cúpula, desobedeciendo el mandato de la "guerra santa", y lo pagó con la expulsión.
Muchos nos preguntamos frente a semejante contradicción cuál es la Iglesia verdadera, ¿la que supuestamente encarna el amor al prójimo, la caridad cristiana, el perdón, la misericordia?, o aquella en la que, como en la Biblia, se prioriza la OBEDIENCIA por sobre todo, aun a costa de justificar y callar crímenes atroces contra los mismos seres humanos a los que dice representar?

Seguramente el alejamiento de tantos fieles de las filas de la  iglesia católica no tenga tanto que ver con una ausencia o disminución de la fe, como de la presencia de contradicciones tan flagrantes.
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("1976: el golpe civil". Vicente Muleiro. Espejo de la Argentina. Planeta. 2011)
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Greta, son tan cobardes como cómplices siempre cuento y no me voy a cansar de decirlo
"Monseñor" (para mi cura sinvergüenza)Casanova, a un
amigo de mi hijo (8años) lo echó de catecismo
por tener "pensamientos" subersivos; preguntó
porque la virgen María era virgen si tenía un
hijo. Personalmente no la voy con éstos castos
reprimidos que descargan sus bajos instintos
con el poder que le dá "su" iglesia, hay excepciones como en todos los órdenes. Aunque
la mayoría sigue con que el reino de los cielos
será de los pobres, eterna mentira lo que no
quieren es competencia.

Un abrazo

Greta dijo...

Increíble el ejemplo que contás, Roberto, y excelente tu reflexión final, ja jajaaaa. Es así tal cual.
Gracias por tu comentario y por leerme siempre.

Un abrazo y buena semana cortísima.

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