2 de Septiembre de 2021

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La Plaza del Amor
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viernes, 9 de mayo de 2014

La Iglesia SABÍA...y calló!


"Como es sabido, existe un difundido consenso en juzgar reticente o directamente cómplice con ese régimen (la Dictadura genocida del 76 al 83) la postura de las autoridades de la Iglesia argentina frente a las sistemáticas violaciones de los derechos del hombre en la que aquél incurrió. En suma, salvo un restringido número de obispos que las denunciaron con fuerza, poniendo en peligro su propia incolumidad, la iglesia como tal fue cuanto menos reticente, cuando no amparó y legitimó lo que estaba sucediendo.
(...) Quizás, una denuncia clara, fuerte y pública de la Iglesia católica habría podido inducir al gobierno, cuya legitimidad derivaba en gran parte, justamente, de su reivindicación del papel protector de la "nación católica", a respetar en mayor medida las vidas humanas. Y sin embargo, esa denuncia nunca fue pronunciada en tales términos.
(...) (Una explicación posible) propuesta durante mucho tiempo por algunos ambientes eclesiásticos, es la que sostiene que las autoridades de la Iglesia no habrían conocido la  naturaleza y la extensión de las violaciones perpetradas. Sin embargo, las minutas de las reuniones episcopales, los documentos diplomáticos, la gran mole de denuncias particularizadas enviadas a los obispos por parte de familiares de desaparecidos, así como la densísima red de vínculos personales e institucionales que desde hacía decenios ligaba a la Iglesia con las Fuerzas Armadas, privan a esta hipótesis de toda verosimilitud.
(...)
La Conferencia Episcopal no ha podido desvincularse de la acusación de no haber reaccionado con suficiente decisión durante los años terribles en que los abusos de poder y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos fueron el pan cotidiano de los argentinos. (...) No cabe duda de que una firme denuncia del episcopado de las atrocidades cometidas por el llamado Proceso de Reorganización Nacional habría por lo menos constituído un obstáculo muy significativo para un gobierno que se autolegitimaba recurriendo a argumentos de carácter religioso."

Roberto Di Stefano-Loris Zanatta (*)

"Como otro ejemplo de la cercanía de los obispos más con el régimen militar que con el Concilio Vaticano II, recuerdo que ante la ley de Obediencia Debida, y ante el pedido de muchos de que se proclame su ilegitimidad, el cardenal Aramburu afirmó públicamente que eso era "materia opinable", a pesar que expresamente el Concilio afirmaba hablando de los Derechos Humanos: "Los actos pues, que se oponen deliberadamente a tales principios y las órdenes que mandan tales actos, son criminales, y la obediencia ciega no puede excusar a quienes las acatan" (Encíclica Gaudium Spes, 79)". 

Pbro. Eduardo de la Serna. (**)

"La violencia de la dictadura se intensificó. Los obispos y el nuncio papal sabían lo que pasaba y se mantuvieron en silencio. Consciente o inconscientemente, fueron cómplices en las injusticias, las graves violaciones del derecho a la vida y el atropello a la libertad y a la dignidad del pueblo argentino. (...)
Es imperativo hacer un llamado al interior de la Iglesia argentina, para desafiarla a reflexionar seriamente sobre el compromiso de los cristianos con la realidad histórica de la vida de su pueblo. Siempre he dicho que una Iglesia que no reconoce a sus mártires es una Iglesia que da sus espaldas al Espíritu Santo; una Iglesia que no levanta su voz profética y que no denuncia injusticias, una Iglesia que no ve en el sufrimiento de su pueblo la cara de Dios, ha perdido el poder y la autoridad para proclamar el reino de Dios y su justicia".
Adolfo Pérez Esquivel (***).

Pero no todo era lo mismo. Además de la Iglesia cómplice, estaba la Iglesia perseguida. Mientras la cúpula de la Conf. Episcopal hacía buenas migas con las FFAA, otros obispos y otros curas, seminaristas, religiosos y religiosas, orientaban su sacerdocio hacia los pobres y siguiendo los mandatos del  Concilio Vaticano II. Junto con ellos, también muchos laicos, como la hija de Emilio Mignone (autor de Iglesia y Dictadura y fundador del CELS), Mónica. Trabajaba en un barrio de emergencia del Bajo Flores, en la parroquia Santa María Madre del Pueblo, y fue detenida y desaparecida el día 14 de Mayo de 1976, a las 5 de la mañana de la casa de sus padres. También en los barrios pobres y con los pobres trabajaba el padre Carlos Mugica, de cuyo asesinato se cumple el 11 de mayo el 40º aniversario. Fue acribillado a balazos frente a la parroquia de San Francisco Solano, en Buenos Aires. Y fue el 1º de una larguísima lista de detenidos, torturados, asesinados y/o desaparecidos, formada tanto por obispos como por sacerdotes y/o seminaristas, algunos de los cuales fueron víctimas antes de la llegada "oficial" de los militares al poder, en 1976:

Carlos Mugica, asesinado (1974),  Carlos Dorniak, asesinado (1975), Nelio Rougier, desaparecido (1975), Miguel Ángel Urusa Nicolau, desaparecido (1976), Francisco Soares, asesinado (1976), Pedro Fourcade, desaparecido ((1976), Alfredo Kelly, asesinado ((1976), Alfredo Leaden, asesinado (1976), Pedro Duffau, asesinado (1976), Gabriel Longueville, asesinado (1976), Carlos de Dios Murias, asesinado (1976), Héctor Federico Baccini, desaparecido ((1976), Pablo Gazzari, desaparecido (1976), Carlos Armando Bustos, desaparecido (1977), Mauricio Silva Iribarnegaray, desaparecido (1977), Jorge Adur, desaparecido (1980).
Y como parte de la cúpula de obispos disidentes y denunciantes de lo que ocurría, agregamos a la lista a los obispos asesinados o "accidentados" durante el período:
Enrique Angelelli (obispo de La Rioja) y Carlos Ponce de León (obispo de San Nicolás de los Arroyos). También fueron torturadas y asesinadas en la ESMA dos religiosas francesas de las Misiones Extranjeras: Alice Domon y Leónie Duquet.

Y la lista podría continuar con una larga serie de clérigos detenidos, torturados, luego liberados y expulsados del país o que "eligieron" exiliarse, entre los que se cuentan Orlando Iorio y Francisco Jálics, mencionados en otra nota (ver Desobediencia) en relación con el entonces superior provincial jesuita, Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco. Por mencionar solamente aquellos que, siendo parte de la misma Iglesia, fueron perseguidos por ella con la anuencia, el silencio y la complicidad de la cúpula. 

Luego de este humilde recordatorio, estamos listos para indignarnos y llenarnos de repulsión por la Declaración de la Coferencia Episcopal Argentina que, poniéndose afuera de toda culpa y responsabilidad histórica, se atreve a hablar HOY de que la Argentina está "enferma de violencia":


Se los dejo en el enlace para que lo lean y dejen aflorar su propia indignación. Y ya que estamos, y para refrescar a esa misma cúpula que el encubrimiento, todavía hoy, continúa, les dejo otra nota del presente, pero de esto la Declaración tampoco dice NADA:

_______________________________________________________________
(*) Historia de la Iglesia Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Roberto Di Stefano-Loris Zanatta.
(**) Iglesia y Dictadura. Emilio F. Mignone. Prólogo 2006.
(***) Iglesia y Dictadura. Emilio F. Mignone. Prólogo 1987

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