Existen al menos dos clases de mujeres:
La mujer PRO, dedicada a sus hijos y a los quehacerces hogareños...
O la que puede ser esposa...
madre...
...y además, Presidenta de la Nación.
Los estereotipos son esquemas limitantes, etiquetas muy útiles a los efectos de, por ejemplo, vender un producto o una idea. Sirven muchas veces como referentes que ayudan a comprender la realidad, pero la gran mayoría de las veces se transforman en herramientas para la discriminación, cuando no, como excusas para distintas formas de violencia y hasta el genocidio. Los estereotipos muestran una realidad congelada, por lo general injusta y muchas veces mentirosa ya que tiene poco que ver con la realidad concreta. Estereotipar a las personas es obligarlas a ser vistas dentro de ciertos parámetros, y limitarlas en su verdadera y completa expresión.
Durante los últimos días del 2010 vivimos días agitados y nerviosos, en los que a horcajadas de un problema real (la falta de vivienda de sectores muy marginales de la Ciudad de Buenos Aires), se montaron una serie de incidentes violentos en los que vimos salir a la luz aspectos larvados de una sociedad intolerante. Alentados por los discursos xenófobos, clasistas y excluyentes del Jefe de Gobierno, Mauricio Macri (PRO), esos aspectos larvados hicieron eclosión, no sólo en expresiones verbales y escritas en diferentes medios, de amplios sectores de la sociedad porteña sino en actos concretos de violencia y ataques a personas, mostrando una intolerancia y una falta de humanidad dignas de la mejor sociedad fascista.
En todas las sociedades y en todas las personas existen rasgos de intolerancia, muchos de los cuales se apoyan en el uso de estereotipos que poco o nada tienen que ver con una convivencia racional, en la cual las relaciones entre personas se dan a partir del conocimiento entre las mismas. De hecho vivir en sociedad implica un aprendizaje, aprender a ser "civilizados" es justamente eso: entender que los rasgos más primitivos que nos conforman deben ser moderados, suavizados (sublimados, diría Freud) a fin de hacer más tolerante dicha convivencia.
Pero los estereotipos femeninos tienen raíces históricas profundas y antiguas. Según Jung, por ejemplo, la mente humana no sólo se compone de consciente e inconsciente, sino que éste último está compuesto por el inconsciente individual o personal (producto de la experiencia vivida por cada uno desde el útero en adelante) y el inconsciente colectivo, compartido por todos y compuesto y constituido por los recuerdos innatos y la experiencia histórica heredada de los antepasados. Esa memoria histórica heredada se manifiesta a través de determinados patrones a los que Jung denomina "arquetipos", que afloran a la conciencia de diversas maneras (sueños, imágenes, lenguaje) pero que también se manifiestan por medio de expectativas en relación con las personas. El primer arquetipo, el más intenso y duradero, es el de la Gran Madre, representada como diosa omnipotente.
Muchos antropólogos que han rastreado y analizado vestigios del pasado remoto de distintas culturas han llegado a la conclusión que en los comienzos de la vida humana sobre la tierra (digamos, desde la Prehistoria), la mayoría de las culturas tenían como a su deidad principal a esta Gran Madre, o Madre Tierra, o alguna deidad similar. Esta diosa se manifestaba de formas muy distintas, bastante alejada de lo que hoy llamaríamos la "femineidad", ya que la soberanía, la guerra y la caza formaban parte de sus competencias. Su esencia lo incluía todo: la totalidad de los opuestos, lo femenino y lo masculino, la creación y la destrucción.
¿Cuándo empezaron a cambiar las cosas y por qué?
El concepto de DIOS como deidad masculina comenzó a gestarse a partir del nacimiento de la agricultura, unos 3.000 años a.C. Y se implantó de forma definita a partir del milenio siguiente. A partir de entonces, comenzó poco a poco a imponerse una tipología del dios masculino, creador y controlador, que acabó por apropiarse de las cualidades de la diosa como generadora y protectora. Y entonces la diosa pasó a ocupar el rol de madre, virgen, esposa, hermana o amante del dios varón (Pepe Rodríguez: "Dios nació mujer"). En Occidente, la tradición judeo cristiana, tan patriarcal por sus orígenes en una cultura pastoril, tiene sus raíces en La Biblia, en la que la figura de Eva conforma de maravillas el mito de la Gran Tentadora del hombre, así como la culpable de la caída y la responsable de la pérdida de la felicidad y el mundo perfecto que significaba el Paraíso Terrenal. Luego el cristianismo aportó su visión opuesta de la mujer, con la virgen, la visión "buena" y salvadora de la mujer, y entre estas dos imágenes oscila todavía hoy la batería de estereotipos con el que la mujer es encasillada. La cultura clásica (griega y romana) agregó algunos modelos (Afrodita, Atenea, Ceres, Artemisa, Hestia, Perséfone, con sus diferentes atributos para cada mujer), pero los más fuertes y que con más frecuencia aparecen en Occidente, son los correspondientes al judaísmo y al cristianismo.
¿Y cuál es el reino preferido en el que se enseñorean los estereotipos femeninos? La publicidad. No es el único, claro, pero sí el más potente, porque es el ámbito en el que, mediante el arte de la persuasión (la retórica) se manipulan los elementos que llevarán a los futuros compradores (mujeres Y hombres) a sentir la falsa necesidad de consumir determinados productos o servicios.
Y aquí pareciera que el uso de los estereotipos femeninos fuera inocuo e inocente, ya que si sólo se trata de "vender productos" y mantener la maquinaria del consumo, ¿qué de malo puede haber en ello?
El problema con el uso de los estereotipos es el encasillamiento en relación con los roles que las personas (en este caso, las mujeres) pueden y DEBEN ocupar. Esa idea de las 3 K (nada que ver con el Proyecto, obviamente) asignadas a las mujeres alemanas, kitchen (la cocina), kinder (los niños) y kirche (la iglesia), está todavía vigente en muchas sociedades y en muchas personas, y la publicidad continúa reforzando esa idea limitante respecto de las mujeres. Y no se trata de que las mujeres no puedan desear o aspirar a cumplir esos 3 roles, sino que el mandato es que SÓLO debería cumplir esos roles. Junto con estos roles que como "señora o ama de casa" puede y debe ocupar, también se le puede asignar el rol de "la gran tentadora", es decir, la puta. Pero los roles están disociados, y la mujer es una cosa o la otra. Casi no hay términos medios. Tanto en la publicidad como en la comunicación (en los medios de masas o en el lenguaje cotidiano), estos dos roles se multiplican hasta el hartazgo. Un solo ejemplo baste para mostrar la diferencia: si un hombre tiene más de una mujer, es un ganador, pero si la mujer hace otro tanto, es una puta.
Sin embargo, la consecuencia más grave del uso de los estereotipos, en este caso en relación con la mujer, es que encasillarla en estos roles implica no sólo dejar de aceptar las inmensas capacidades que la mujer puede desarrollar (en su casa, en su profesión, en la sociedad), sino castigarla por querer hacerlo. El castigo puede ir desde la condena social (la soledad, la envidia, el rechazo) hasta la violencia de género.
Por esa razón, así como debemos aprender a decodificar las noticias en todos los medios para no ser víctimas de la manipulación informativa, deberíamos aprender (y enseñar) a decodificar estos mensajes estereotipados que no contribuyen a enriquecer nuestra vida social, y al contrario, pueden derivar en intolerancia y violencia, que nos llevarían cada vez más a la barbarie.
Por suerte en nuestro país tenemos excelentes ejemplos de que la mujer puede ocupar roles no sólo dignos, sino de gran responsabilidad, en este caso, al frente del Estado, y hacerlo con la máxima eficacia.
Cristina Fernández (Presidenta de la Nación) Nilda Garré (Ministra de Seguridad)
Alicia Kirchner (Ministra de Desarrollo Social) - Mercedes Marcó del Pont (Presidenta del Banco Central)
Débora Giorgi (Ministra de Industria)
Creo que con estos buenos ejemplos, podemos revertir esa imagen tan limitante de la mujer que pretende el Gobierno de la Ciudad al promocionar sus playitas porteñas.
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Bibliografía:
- Dios nació mujer. Pepe Rodríguez.
- Las diosas de cada mujer. Jean Shinoda Bolen
- La diosa. Shahrukh Husain
- Estereotipos femeninos en la cultura de la imagen contemporánea. Román Gubern (Revista Análisis).
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4 comentarios:
Bueno, bueno, desde mi cero machismo y mi alto
nivel de reconocimento a las damas; no se que
sentiran las mujeres PRO con un poco de arena
y una sombrilla, pero me quedo con las que
trabajan, estudian, y se comprometen con
proyectos a futuro, van al super, tienen un rato
para sus hijos, y no se fijan si tienen un
rollito o una arruga más, mientras existan ésas
mujeres los que las valoramos compartiremos
con ellas la cocina, la plancha, el lavarropas,
los hijos, el trabajo y una caricia cada noche
para que sepa que estamos y la acompañamos.
Un abrazo
¡Bravo bravo por los hombres que valoran a las mujeres reales! Felices de ellas cuando encuentran a alguien así...!
Gracias Roberto, por tu comentario y por tu respeto hacia las mujeres de verdad.
Un abrazo.
Así es, lo peor de todo son las publicidades, donde se machaca con que la mujer está en casa, elige el detergente (todas la publicidades van dirigidas a ella) y con eso se refuerza constantemente el estereotipo. Estamos condenadas, che.
Así es amiga Anyuletta: después nos sorprendemos con la violencia de género.
Gracias por tu comentario.
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